La fotografía es un arte llena de leyenda y una disciplina exigente en la que pocos trascienden, mucho menos dejando una huella de personalidad como la de Robert Mapplethorpe. El alma de un retrato en blanco y negro o la pureza de la desnudez no serían lo mismo sin esta icónica figura que contribuye a mitificar aquellos ajetreados 60´s y 70´s neoyorkinos de rock & roll, arte pop y descaro, pero, ¿quién fue realmente Robert Mapplethorpe?
Nacido a mediados de los años 40 en Nueva York, este mito de la fotografía norteamericana vivía rápido y se dejaba el corazón en Patti Smith, convirtiéndola en su eterna compañera y dejándola con un gran vacío a finales de los 80 con su prematura muerte. Prematura pero no excesivamente inesperada, ya que Robert Mapplethorpe dejó su legado artístico muy atado antes de marcharse a los 42 años.
Su obra: la fotografía homoerótica y el escándalo
Robert Mapplethorpe no fue un artista casual de los que improvisan un discurso conforme su éxito se gesta, ya que el fotógrafo cursó estudios artísticos superiores en el Pratt Institute de Brooklyn entre los años 63 y 70 con la intención de prepararse concienzudamente para lo que sería su carrera creativa. Produjo sus primeras obras como estudiante mostrando un gran interés por la fotografía e insinuando importantes influencias contemporáneas, como el trabajo Andy Warhol.
Cuando echó a volar supo impregnar cada una de sus obras de una personalidad auténtica, y ya se podía intuir al Mapplethorpe que sería después en sus primeras series de fotografía realizadas en blanco y negro a Polaroid, unos retratos cargados de intimidad protagonizados por él mismo y su gran compañera Patti Smith. El objeto le importaba por encima de la forma, la emoción por encima del fondo y lo erótico teñía cada centímetro de su obra.
En la pulcritud con la que abordaba el homoerotismo fotográfico, Mapplethorpe incluyó muchas flores en sus obras en contrapunto al bondage o el sadomasoquismo, creando una estética única en su época y probablemente irrepetible en los posteriores movimientos artísticos. La inspiración homosexual fue realmente controvertida en aquel momento, y la presencia de elementos como el látigo ponía nervioso a un sector mientras que fascinaba a la otra parte de la sociedad.
Como fotógrafo abrazó la controversia y la hizo suya, como hijo de una familia católica que se interesó por la temática homosexual desde la adolescencia otorgó un punto de vista profundamente interesante en cada uno de sus planteamientos creativos. Mapplethorpe demostró que lo auténtico no está reñido con el artificio y realizó el grueso de su fotografía erótica en estudio, con la ayuda de todos los aderezos necesarios para encontrar la genialidad.
La genialidad hasta el final, preparando cada detalle
Patricia Morrisroe fue su biógrafa autorizada y hoy acerca el discurso de Mapplethorpe a la sociedad de 2018, el genio dejó su legado a través del arte y también de las personas que perpetúan su voz hasta décadas después de su marcha.
Ella desvela que hasta su último instante fue cuidadoso, brillante y desenfadado, ya que poco antes de trasladarse el hospital New England Deaconess de Boston donde falleció, el fotógrafo habló con Morristone por última vez para hacer una última petición “no me saques aburrido”. Sin duda era un encargo sencillo.
Mapplethorpe sentía la necesidad de ser famoso, como buen artista de la época pop, y la notoriedad era tan importante para él que la periodista no dudó en tratar de convencer a la editorial Random House para realizar una biografía que lo sacara del reconocimiento en el mundillo del arte para ser reconocido de forma generalizada. Se resistieron por un tiempo, pero la fuerza del personaje y de su fotografía hicieron ceder a la editorial.
Por aquel entonces su fotografía homoerótica era un auténtico escándalo y, unido a esa inseparable controversia su carrera brillaba, “murió en el cénit de su carrera, sabiendo que había conseguido todo lo que se había propuesto. La búsqueda de la notoriedad y el arte habían ido de la mano a lo largo de su vida y hubiese sido muy miserable de no haber obtenido la fama. Su obra había empezado a venderse con mucha rapidez una vez que se conoció su enfermedad” declaró Morristone.
Sin duda tuvo el mérito de trascender no solo por ese afán que no escondía, también por ofrecer una trayectoria artística transgresora que todavía resulta imprescindible en el marco de la historia de la fotografía y en la visión contemporánea del erotismo.